Había una vez un niño pequeño que era un tanto estúpido y ganso.
Tanto que ató una soga alrededor del cuello de sus padres y apretó el nudo,
y justo cuando los tenía colgados con su vida pendida a un palmo del suelo,
amablemente los liberó cortándola con su estúpido cuchillo de carnicero.
En ese momento sus padres, respirando con dificultad, alegres le dijeron:
"Oh gracias, nuestro estúpido pequeñín, por no dejarnos morir colgados!"
Haciendo una reverencia el chico respondió: “Nada, no hay de qué",
justo antes de apuñalarles sus gargantas con un cuchillo casero.
Luego, a lo estúpido, les cortó sus cabezas, las pinchó a los extremos
de una cadena
e inició un chiflado desfile por toda su estúpida casa.
Y según marchaba zapateando, gritó en voz alta:
"Soy el rey de los Estúpidos Gansos, y de ello estoy orgulloso!"