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viernes, 1 de febrero de 2013

Ya somos dos.-


"El sentimiento de eternidad es él que hace que hasta la persona más cruel puede llegar a ser comprendida por alguien."

¿Cuántas personas le temen al mar?, ¿cuántos le temen a la oscuridad?, ¿cuántos le temen a las personas?, ¿cuántos a los perros?, ¿cuántos a quedarse sólo?, ¿cuántos a la muerte?, ¿cuántos al amor? y ¿cuántos le temen al dolor? Yo creo que sumando las personas con todos esos miedos arrasamos con los millones y millones de personas que componen el mundo.
Los miedos son tan absurdos, pero no menos lógicos, se encuadran en la antilógica de todos. El miedo es algo raro, es como si robaran un sueño del país de los sueños; es como quién le quita su ración de pescado a un gato indefenso que luego te mira con cara de "yo amaba ese pescado".
Esa capacidad de ser tan felices de los gatos, de aferrarse y encariñarse con las personas, de matar con miradas de ternura y desarmar toda mi maraña de crueldad, de esperanzarte de que no importa si tienes miedo de algo, no importa si no llegas según el tiempo que dicen otros, no importa si te hacen daño, como tampoco importa si eres feliz, no importa si disfrutaste el día: no importa nada, no importa todo lo que haya pasado en tu día, ellos simplemente se acurrucan a tu lado esperando que le acaricies su cabeza y se duermen a tu lado, esperan que les des comida y le limpies su biología externa, esperan que los ames y les dediques tu más mínimo tiempo. Solo te roban minutos vacíos de tu día, se arman de ternura para conquistarte y son tu felicidad temporal que es la felicidad más eterna que puede existir donde lo posible es imposible para cualquier idiota y lo imposible es posible para cualquier sabio.
Lo único que hacen es sacarte de tu dolor diario o de tu alegría dominical o de lo que sea que hayas hecho, bueno o malo, cruel o bondadoso, sutil o fuerte, pasional o romántico, cultural o social; te llevan al país de los deseos y piden uno por ti: olvidarte de todo y vivir. Vivir plenamente sin compromisos, sin nada porqué hacerlo. Solamente, estar con alguien y soplar velitas en la tarta de un cumpleaños anónimos y con el soplido se me cumplen hasta los deseos más extraños que he tenido, los más ocultos y los más superficiales...
Vivir, para luego saber que en ese pasado vivido fui increíblemente feliz haciendo feliz a una bola de grasa escondido en pelos sucios que relatan peleas nocturnas que quizás que resultados tengan plasmados; un estambre viviente que me entiende con sus ojitos de "tengo hambre, dame algo de comer".
Dicen por ahí que las personas más buenas con los animales son las más crueles con los humanos, yo creo que sí. Como amo a mi gato.-