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miércoles, 6 de febrero de 2013

Alondras Tristes.-


"Una vez bailamos una canción de Bacilos que era una de las que más le gustaba de ellos. Se llamaba "mi primer millón", primera canción que le escuché cantar. Mentiría si digo que cantaba bien, pero su voz era para escucharla con todas esas desafinaciones posibles, con todos los errores de respiración que cometía y con todas los balbuceos que tenía en la mayoría de los tiempos, era un desastre cantando, pero no se podía negar que tenía un tono, color y armonía demasiado bonito como para resaltar todo el error de ese canto. 
Me hizo entrar al lugar donde tocaban la canción solo para cantarla y me agarró del brazo para que bailara con ella, era una tienda de ropa, una novedad entre los talquinos aún. Me rehúse a bailar, mi fuerte no es y mi personalidad nunca ha dado para tanto; una cara de decepción la perturbo unos segundos mientras mi boca decía no, pero luego cambió fugazmente y me volvió a insistir mientras seguía bailando y suplicando que bailara con ella, me acercó a ella y llevaba perfume, uno dulce pero jamás bordando lo grosero de la dulzura, supongo que aquello fue lo que me convenció, sentía los ojos de la gente mirando y me mataba eso. Ella, ahí sin nada de pudor, ni vergüenza, solamente disfrutaba y cantaba esa tan movida canción; mientras yo, ahí moría en cada instante de esa canción. 
Pero notó que no quería bailar y me hizo a un lado con un enojo atemorizante, supongo que lo hizo porque sintió que estaba incomodo, robó todas las miradas bailando y cantando como si fuera un espectáculo para la gente y cuando terminó la canción, todos quedaron perplejos hasta que un pequeño niño empezó a aplaudir y lo demás por seguirlo, hicieron lo mismo. Aplaudieron y silbaron, ¿por qué? Por ella y ese show tan particular e improvisado. Dio las gracias como toda una artista, era una artista de 13 años con ese encanto y gracia de cualquier niña que aún no alcanza la adolescencia. Llegó un guardia, la desgracia llegó y la gente se disperso. El guardia dijo que para esa clase de escenas la tienda no estaba y que si no íbamos a comprar algo, nos retiráramos. Ella miró asustada; yo, simplemente escuché y le dije que ella era una buena publicidad para la gente, pero que nos disculpara. Ella miró al guardia con ojos de disculpa, pero no me arrepiento. Nos fuimos.
(...)
 Cuando caminábamos de regreso a algún lugar, me preguntó porqué no quise bailar con ella. Le dije que yo no era como ella. Claramente, las personas no solemos tener esas actitudes, al menos, yo no. No encajo en ese tipo de roles de personajes. Me dijo que también sintió una comezón humillante en el cuerpo, así lo relató, pero que quería hacerlo, me nombró Carpe Diem. Me sorprendió que con su edad hablará con ese tono y de esas cosas, pero con una sonrisa en su rostro y con tonos de tristeza en su esencia, pero seguía siendo una niña, una pequeña niña que me hacía creer en el amor, otra vez.
La miré con ternura, lo sé, porque me lo dijo. Y le dije que era increíble, me miró sorprendida y sonrió. Me dijo que quería ser actriz, que quería bailar, cantar y actuar en obras de teatro, sufrir, llorar, sonreír, amar, odiar, emborracharse y todo lo que en la vida se podía hacer, relató su pasión por el teatro y dijo algo que terminó por cautivarme: "Quiero actuar y vivir todas las vidas posibles en una sola vida, vivir tantas emociones que me falte tiempo para decirlas todas." Y comprendí algo de ella, algo tan inefable como las palabras que no encuentro para describirlo."

"Yo te repito que me van a escuchar en la radio, en la televisión."