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sábado, 16 de febrero de 2013

Olor a bosque: el gusto de la vida.-


"Los árboles también lloran. Esa es la historia y yo ya sé el final. Ya, detente. No somos seres inertes carentes de ética, somo seres vivos adolescentes en tiempos pasados ciertos y futuros dudosos, somos adolescentes a tiempo muerto, adolecemos de tanto que ni de tanto nos percatamos de que todo ha acabado y que, por fin, te he alcanzado. Felicidad. Somos tan inocentes que creemos que es valentía rodeada de cobardía la que nos hace sucumbir a la agonía. Locura. Desespero ante cada mortal caída que nos creemos inmortales de esta vida, somos incapaces de la locura contemporánea  somos almas de una loca manía optativa y obsesiva de diamantes que se pulen en la tan juvenil vida que nos arma de coraje y una placa de valor moral que rompemos con la ética personal.
Relámpagos de la iglesia matutina en mis oídos, matices de armonía mal terminados y la memoria de la soledad espiritual en mi pecho vislumbrando la vida misma que he intentado llevar. Todos la ven y hacen vista gorda. Mis ojos lloran y mis labios disimulan una sonrisa y todos estos árboles lloran sin sentido aparente. No, señores. Me han perdonado y ahora sienten mi pena, lloran junto a mi, ya no es por mi. Ellos lloran a mi lado y crujen hasta en los rincones más ocultos de sus ramas, sus sonidos son mi esperanza, ese resplandor de felicidad temporal que me hace volver a sonreír. La ilusión de sus ruidos maestrales me recuerdan que la lluvia siempre ha limpiado el alma.
Cariño, los árboles lloran. Borra ese "también" Es demasiado egoísta. Nunca has sido así.-"