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martes, 16 de octubre de 2012

Como pesan las tardes.-




Hoy me acorde de mis ojos de espárrago. Soñé contigo cuando venía de regreso a Talca y recordé todas aquellas promesas eternas que nos hicimos cuando estabas a mi lado.
Se espera que sufra con tu partida, se esperaba también que sufriera con la que ocurría año tras año, exacto: pasó. Pero ahora, no se si será resignación, madurez, amor, o no sé me pueden ocurrir otros sustantivos más, lo único que sé, es que si paso es porque todos en esta tierra incluidos todos aquellos que ya no pertenecen a ella, solo a nuestros más preciados recuerdos dolorosos que pueden transformar nuestro rostro en una alegría fugaz y fulgurante, también lo merecían.
Las fechas de los adioses marcan tanto como las fechas de los inicios. La muerte se ha transformado en enemiga de todos, luego de que te visita a menudo, se transforma en tu amiga, aprendes a aceptarla y anhelarla cuando ves que alguien sufre ante las contradicciones fraternales, donde una madre te ama, pero el coraje de la vanidad le supera lo maternal y donde un padre te ama a la distancia marcado por el dinero que ha de necesitar porque el papel social de campañas no sirven de mucho debido a la madre que alguien te asignó, donde la familia no es más que una sentencia de días largos donde se preocupa de juzgar y de ayudarte, donde sufrías más que gozar, te enojabas ante la verdad de la clase de madre tan entregada a la vida que te tocó. Y todos, nos dedicábamos  a criticar con los ojos cegados a una madre que nunca quiso ser madre.
Suponemos la verdad por lo que se ve en el estrecho mundo que nos dan nuestros ojos, estamos cegados de la realidad sumado y mezclado con la inocencia del sentimiento. Estamos embaucados por lo que queremos ver para así evitar algún tipo de tortura. No quiero desmerecer, pero todos han de tener razón en la realidad que le toco al de al lado, todos acertamos en tu vida, era una bazofia, pero tu eras feliz a pesar de todo, y lo fuiste hasta el último de tus días incluso con la tan doloroso muerte que sufriste. Eso me basto para saber que viviste feliz tus cortos años de vida, tus sonrisas tan cautivas que hipnotizaban hasta el ser más frío te delataban ante todos, con todas tus tragedias y desgracias: fuiste feliz y eso me basta.
Y mi promesa ante tu tumba este pasado 13 de octubre, tu cumpleaños número 21.  No me sé cuándo moriste, ni a que edad, ni nada, sin embargo de tu cumpleaños siempre me he acordado. Te tachaban de alguien con mala suerte por nacer un viernes 13, nunca lo creí, siendo sincera. 
Te prometo que en el verano, agarrare una mochila, comprare pasto sintético, pintura negra, pinceles, unas cintas y unas flores, paños y todo lo necesario para limpiar e iré a arreglarte, te lo prometo. Y si estoy con alguien, te lo llevaré, debes conocer a tu primo nuevo, pero creo que iré sola, es mejor la dualidad.