El sol brillaba después de una rara lluvia de diciembre, la primera y
espero que la última lluvia de verano; los rayos sublimes descansaban en su
rostro. Él, arrodillado como el niño que
es, miraba el sol mientras el viento acariciaba su esencia, esa mirada triste
que recordaba anécdotas vividas con su abuela, su infancia, su adolescencia,
amores, amigos, enemigos. Recordaba su pasado con un semblante tan errante como
sus manos que intentaban hacer algo mientras su mirada quería buscar nubes en
el cielo.
Las
nubes abundaban en aquel cielo azulado, las nubes grises estaban envolviendo
nuevamente a ese sol tan radiante de hace unos minutos, el cielo se estaba
tornando grisáceo. El azul se estaba haciendo tormentoso, el azul estaba
asustando a ese niño. Se levantó intentado retomar su esencia de adulto, un
adulto que estaba siendo consumido por la rutina de la vida laboral y por un
comercio, llevándolo a convertirse en un número más del sistema que rige a la
sociedad moderna. Erguido y reacio a cualquier tipo de emoción corrió a su auto
en busca de refugio para la lluvia, ya no había sol y el agua atestaba todo ese
gran manto verde lleno de distintos tipo de flores y colores.
Una vez
en su auto, mojado levemente, emprendió regreso a su hogar. Llegó y seguía más mojado
que antes, su traje negro estaba estilando por esas gotas de lluvia, su cabello
derramaba la suciedad de la vida urbana expresada en agua fluvial y su cara no se podía distinguir entre las
gotas que caían de sus pestañas y cejas.
Llegó, una casa maestral, ni muy gran ni muy
pequeña, simplemente una casa con una arquitectura no muy común, pero que
aprovechaba bastante espacio de un lugar bastante amplio y verdoso. Entró y
estaba vacía, solo se escuchaba el ruido de una gota caer sobre el piano que estaba
en la sala, una gota que lo espantó, el agua no podía arruinar ese piano tan
costoso y preciado por él. Tomo una jarra y la puso sobre ese piano y en tanto
hizo aquello, mojo todo el resto de la casa, desde la entrada, pasando por el
comedor, la sala hasta la cocina, todo estaba sepultado por una gama de agua,
tanta agua emana de él. Estaba conmovido y perturbado por toda esa agua que se
desprendía de él, cómo tanta agua podía provenir de él si la lluvia era ligera
y él se fue de aquel cementerio cuando comenzó a llover. Secó todo el lugar y
siempre quedaban rastro de gotas minúsculas en el suelo, se aburrió de secar
ese lugar tan desolado. Se acercó a su piano y recordó que aún no se secaba él,
pero eso no le importó y comenzó a jugar con aquél juguete, pues no sabía
tocar, nunca quiso aprender, toco tecla por tecla hasta que una gota cayó sobre
La, una gota cayó de su rostro hacia el piano y noto que era una lágrima, su
propia lluvia.
Se
levantó de ahí y fue a la ventana para mirar y comprobar un pensamiento. Su
curiosidad lo estaba matando lentamente y el tiempo en llegar a esa ventana fue
eterno. Cuando llegó a esa transparencia, estaba ese mismo sol de ese cielo
azulado, no había nubes solo rayos sutiles que tocaban su rostro. Ensimismado,
miró su reflejo en esa ventana y vio al mismo niño arrodillado del cementerio,
esa lluvia nunca existió.-