
"Te has dado cuenta que ya nada es lo mismo, pero sin embargo nada a cambiado. Es de esas tantas ironías de la vida, esas casualidades contradictorias que te enamoran un poquito de la vida. Esa maldita coincidencia tan indisplicente que me enamoró de ti y que me prometí que sería por siempre. Las promesas fueron hechas para prometerlas, creerlas, aceptarlas, no tolerarlas y romperlas sin misericordia alguna. Un itinerario indiscutible, un camino único y solitario. Como un naufragio: ese ser abandonado en una isla, sin más que el ruido ensordecedor y desesperante de las gaviotas y las olas cada minuto y segundo que vive ahí."
Cada sonido tranquilizante y agobiante de la guitarra que sonaba desplazaba una lágrima por mi mejilla junto al deseo de arrancar cada una de las teclas del teclado por el rencor con que escribía, nada podía ser peor que ese morder de labio inferior. Ya nada era peor. Estaba abandonada.