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martes, 23 de septiembre de 2014

Amélie.-

Querido Rodrigo:
Creo fielmente en las coincidencias, lo he decidido hoy. La única diferencia que ocurre hoy es que creo que estoy asumiendo el hecho de que ya jamás volveré a escuchar tu voz, a escuchar cómo me retabas, escuchar aquellas palabras que emanaba tu boca con una esencia de abogado de cuarta; he comenzado a asumirlo, pero eso sumado a lo que siento definitivamente no es una buena combinación.
Hoy tengo más pena de lo normal, no ha sido un buen día, ni una semana, pero no tanto como el año pasado, espero que no sea un mal año y creo -espero- que no lo será. 
Escucho la banda sonora de Amélie. Es como tú, tiene el don de tranquilizarme, es una solución para este momento.
En fin, te comento que he decidido muchas cosas en este día:  ha sido el gran día de las decisiones de la negra. Decidí que a pesar de que ya nunca más podré abrazarte y decirte lo gordo que estás, siempre estarás en mi corazón, en mi alma, en mi todo y esta sutil forma de escribirte, será mi manera de mantenerte vivo, obviamente entederás como el buen analítico que eres, que no escribiré todos los días, dado a que la universidad es una perra consumidora. Una vez me lo dijiste y te creí, porque... en realidad contigo no tenía mucho sentido crítico, pero cuando lo había, nadie paraba nuestras discusiones, además que nunca perdías. Entre otras de mis decisiones esta que a veces hay que dejar ir a a gente, aunque uno no quiera eso, a veces es lo mejor, pero parafraseando a los miles de poemas que están alojados en alguna parte de mi corteza, creo que cuando dejo ir a las personas que tienen mi corazón, él cual pueden matarlo, pero, estas personas están adentro de mi corazón, por lo que también, si lo matan, mueren y eso es realmente una lástima. 
Creo que aquellas fueron mis decisiones del día; debido a que a ti no te he podido mentir nunca en mi desgraciada y a veces, agraciada vida, debo decirte que ha sido un pésimo día, pero jamas se compara con el día que tu te fuiste al más allá o lo que sea. La primera cosa que dije cuando tu mami me llamo y dijo: "ya no más, negra, se nos fue." Me di cuenta de dos cosas, una que la muerte es una perra sarnosa, incluso más que yo y que tu mamá me decía negra también y dije grandísimo idiota, si algo no te perdono, fue el dolor que me hiciste sentir ese día, dolor que voy a tener que aprender a vivir con él toda la vida, aun así, te amo, imbécil.

Te ama, tu amiga, la negra chica.-